2.18.2010

Más vale impune y rico que pobre y encajuelado

En los centros urbanos en perpetua expansión, se consolida y amplía un espacio: el del 'desperdicio humano'. Cada ciudad con ochocientos mil o un millón de de habitantes, genera su propia zona prescindible, compuesta por esa 'gente sin oficio ni beneficio', en el filo de la navaja entre la sobrevivencia y el delito. Son empleados a disgusto con su trabajo, ex-presidiarios, prostitutas, pushers en pequeña escala, campesinos expulsados de su tierra por el hambre y la violencia, travestis, débiles mentales abadonados por sus familias.

Los prescindibles viven donde y como pueden, en hoteles de paso, en casuchas, en casas abandonadas, en vecindades, en sitios que les alquilan otros como ellos. No tienen identidad o identificación posible, vagan por las calles o se encierran en sus habitaciones a sumergirse en los pozos televisivos, viajan sin ataduras ni agenda, en la indistinción entre el anonimato y el exhibicionismo a su alcance. Un día, de pronto, ya no aparecen y su ausencia apenas si causa algunas preguntas de rutina. 'Ya volverá o si no, da igual', dicen los pocos que se acuerdan. La familia es un accidente o el ámbito brumoso que sólo se conserva mientras no se pida ayuda. Y su existencia parece horrenda, inútil.
Provisional

Si eres pobre te humilla la gente.
Si eres rico te tratan muy bien.
Un amigo se metió a la mafia
porque pobre ya no quiso ser.
Ahora tiene costales de sobra,
por costales le pagaban al mes.
Todos le dicen El Centenarco
por la joya que brilla en su pecho.
Ahora todos lo ven diferente,
se acabaron todos sus desprecios

Los mil y un velorios. Carlos Monsiváis. Random House Mondadori. 2009

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