10.13.2009

lyniera

Hubo un día en que pasaban 6 meses al lado de Lyniera.

Era pequeña. Bajita. Ojos pequeños pero muy risueños. El tipo de chica que destruye el mundo le da media vuelta, lo gira a la derecha y te lo presenta como el último grito de la moda de París. Ella siempre hablaba de música. De cine. De arte. Del arte que se hace en la calle de la esquina. Incluso creía que la vida era toda una obra de arte. Leía mucho por cierto. Ella hizo que me salvara en más de 3 pláticas con personas “cultas”.

Y así es como me encontraba. En casa del amigo de un amigo. Hablando con gente que no conocía y realmente ni quería conocer. Recuerdo que en un punto de la noche, en el tipo de fiestas de grupos de personas que ignoran otros grupos de personas, me puse a hablar con una chica. Tenía bonitos ojos como los de Lyniera. Bonita voz. Toda ella era bonita sin mencionar siquiera sus medias. Mientas los vasos con alcohol corrían no podía evitar ponerme a pensar en Idalia.

Idalia fue una chica que conocí cerca de 1 año atrás. La vi diario por 2 semanas seguidas. Los primeros 3 días quizá no me percaté de su existencia. Era lo mismo a diario. Llegar. Sentarse. Escuchar. Salir por 15, 20 minutos. Tomar el sol. Escuchar música. Leer las nubes. Oler el viento. Un día sentado en las sillas mientras descifraba el mecanismo que hace todo girar y girar y girar nos volteamos a ver. Duró unos cuantos segundos. Hace un año que la conocí.

-Cómo te llamas?

-Idalia, y tú?

-Carlos -le dije mientras trataba de enteder su cara. Tenía los ojos un poco amarillentos. Seguro por eso no evité preguntar a que se debía.

-Ah, mis ojos –me dijo- Sí, se debe a que nado. Estoy en un equipo. Nado casi diario. Soy muy buena, sabes?

-Vaya, nunca me lo hubiera imaginado. Qué tan buena?

La plática continuó 5 minutos más o menos. Es algo que me pasa seguido. En cuanto platico con alguien me pongo a pensar qué es lo que la hace así. Por qué habla así, etc etc.

De ese año para acá, que me gusta mucho contar con los dedos he sentido como pienso en ella cada vez más. Me pregunto qué es lo que me hace pensar en ella. No sé si sea como me habla. Como me ve. Todo ese tipo de cosas. Siempre le he dicho que esas, son pendejadas. Ja. Qué ironía que las piense día a día.

De vuelta en la noche. La fiesta continuaba. Esa chica, la de los ojos bonitos. Hablaba mucho conmigo. Y yo, seguía pensando en lo mío. Me ofreció un vaso con vino. Vino tinto del que venden en garrafas enormes de vidrio. Lo único que esperaba era no perder el control. Mantener eso que llaman estilo. Estilo de borrachos debería de ser la definición. Estaba en medio de dos frentes. Ella, ahí, con sus bonitos ojos hablándome de ‘pendejadas’ y ellos tomando y fumando aunque mucho más fumando. Perdón. Lo siento linda chica. Me gusta más tomar. Hacer estupideces haciéndome el valiente. Tomé incluso unas fotos de mis amigos con esa bonita cámara que compré unos días atrás.

Oh si, el estilo. Esa noche. No hubo estilo. Carles como me hago llamar, pendejadas pues, perdió el estilo. Ellos cuentan lo mucho que dormí. Una larga noche y aún faltaba una noche más.

Estaba en casa. Recién bañado.

Acababa de ver a mi abuela. Cumplió muchos años. Ella ha conocido muchas cosas y siempre cuenta todo con mucho estilo. Humor negro me parece. Cada anécdota tiene su toque agrio.

Me llaman por teléfono. Era Visa.

-Estamos aquí abajo –me dijo.

-Vale, está bien. No tardo.

Bajé en el elevador. Un día de estos estoy seguro que ahí quedaré atrapado. En medio de un sismo.

Estaba ahí junto con dos de sus amigos. Se veía muy linda. Con su chaqueta gris con bolsos de filo negro. Jeans azules. Sus tenis adidas. Siempre veo sus tenis. Es algo en lo que tiene buen gusto. Subieron a casa. Agradecieron la vista, y sí, yo también lo habría hecho. Abrimos cervezas. Tecate, 12 pack.

La tarde corría. Horas después llegaron Daniel y Nayeli. Siempre me gusta estar con ellos. Me dan mucha confianza. Me siento, de algún modo, en familia.

Fumamos. Charlamos. Bailaba con Bina y tomaba un poco más. De pronto fumaba y volvía con ella. Se quedó mirando por la ventana. Pensando una y otra vez. Me acerqué. De verdad que podía ser una escena de película. Ella volteó. Me besó en la mejilla; sus besos son bonitos, mucho muy bonitos.

Me gustaría que las noches duraran una hora más.

Hubo un día en que pasaban 6 meses al lado de Lyniera.

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